Por David Cuesta
Secretario general del PP de Gijón
Publicado en MiGijón, 15 de mayo de 2025
En los últimos días, dos iniciativas han vuelto a poner en primer plano la batalla política en nuestra ciudad en torno a la memoria de la Guerra Civil.
Por un lado, Vox colocó sin autorización previa una placa en el cementerio de Jove en homenaje a 62 “víctimas del terror rojo” represaliadas por el Gobierno del Frente Popular durante los primeros meses del conflicto.
Y, por el otro, el PSOE llevó al último Pleno municipal una propuesta para declarar El Sucu, en el cementerio de Ceares, como Lugar de Memoria Democrática.
Aunque ambas acciones se desarrollaron en contextos diferentes inciden en una misma tendencia: la utilización del pasado como herramienta de confrontación política.
Es cierto que la izquierda —y especialmente la izquierda más radical— lleva años recurriendo a este tipo de acciones y gestos con claro propósito divisivo. Pero, sin embargo, parece que están logrando arrastrar ahora también a Vox a esta estrategia de polarización.
Una circunstancia que puede llegar a ser hasta cierto punto comprensible como reacción, pero que, a nuestro juicio, no es ni deseable ni inteligente. Porque nada de esto se corresponde con lo que debería ser una política sensata, responsable y centrada en mejorar la vida real de los ciudadanos. Sino que a lo único que contribuye es a reabrir heridas del pasado.
Desde el Partido Popular creemos que el dolor, el recuerdo de esta tragedia, no puede continuar siendo utilizado sistemáticamente con fines partidistas.
La guerra civil, que finalizó hace exactamente 86 años, fue un episodio dramático, sin duda el peor de nuestra historia. Una tragedia colectiva que se cobró la vida de cientos de miles de españoles.
Y más allá de las responsabilidades históricas concretas, es innegable que tanto quienes se alzaron en julio de 1936 como quienes defendieron el gobierno del Frente Popular en el marco de II República actuaron, en muchos casos, impulsados por convicciones profundas que reflejaban visiones enfrentadas sobre el futuro de España.
Ya fuera en defensa de un orden político determinado o en busca de una transformación social más equitativa, muchos actuaron movidos por la firme creencia de que luchaban por una causa legítima, lo que contribuyó a la radicalización del conflicto y a la enorme fractura que marcó aquel periodo histórico.
Otros tantos, simplemente se vieron enrolados en uno u otro bando por miedo o por ser reclutados a la fuerza.
Por tanto, reducir aquella compleja realidad a una simplificación maniquea —donde unos son presentados como héroes impolutos y otros como villanos absolutos— no es más que una burda e intencionada distorsión de la historia.
Convertir los cementerios en escenarios de propaganda, pretender patrimonializar el sufrimiento o el heroísmo de quienes vivieron aquel conflicto desde trincheras opuestas vinculándolos a ideologías actuales, o utilizar a las víctimas como arma arrojadiza es una forma de manipulación que degrada el debate público.
La historia ni puede ni debe ser reinterpretada. La memoria debe servir para aprender, no para enfrentar.
Algo que entendieron perfectamente la generación de nuestros padres y abuelos. Quienes, tan sólo 40 años después, lograron superar aquella tragedia –cuando las heridas seguían aún abiertas y la memoria reciente era dolorosa– con el espíritu de reconciliación nacional que supuso la Transición en nuestro país.
Lamentablemente, desde hace algunos años, precisamente quienes no vivieron todo aquello, parecen empeñados, una y otra vez, en enmendar aquel perdón histórico y en convertir lo que debiera de ser un ejercicio de respeto, de reconocimiento y, sobre todo, de unidad en torno al sufrimiento de miles de familias españolas entonces, en una herramienta más para alimentar el enfrentamiento, la discordia y el rédito político a costa de reavivar el dolor de nuestro pasado.
Frente a todo ello, desde el PP insistimos en construir una narrativa común basada en el respeto, la dignidad y la reparación para todas las víctimas, sin importar el bando. Reclamamos, además, que se ponga fin, de una vez por todas, al empeño de reescribir la historia con fines divisivos. Porque España no puede permanecer anclada en un conflicto que terminó hace casi nueve décadas.
Hoy, los ciudadanos, los gijoneses, nos exigen respuestas concretas a los problemas reales del presente y del futuro. Nos preguntan por el desarrollo del Plan de Vías, por el Vial de Jove, por la reactivación de la Autopista del Mar, por el futuro del proyecto Naval Azul o por la necesaria ampliación del Hospital de Cabueñes, por citar solo algunos ejemplos.
Sin embargo, ante la falta de propuestas y de capacidad para dar solución a estas demandas, algunos partidos optan, una vez más, por desviar la atención recurriendo a viejas cortinas de humo. En el caso del PSOE, lamentablemente, esas cortinas siempre vienen cargadas con el humo simbólico de los cañones de la Guerra Civil.
Por nuestra parte, desde el Gobierno municipal seguimos centrados en lo que de verdad importa. Nuestra prioridad es trabajar con rigor y compromiso para responder a las necesidades reales de los gijoneses. Apostamos por una política útil, alejada de la confrontación estéril, basada en el diálogo, en la gestión eficaz y en la búsqueda de soluciones que mejoren la vida de nuestros vecinos.
Con nosotros, pueden estar seguros, no contarán para hacer política del pasado a costa del presente.
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