
Pilar F. Pardo
El margen para la duda se reduce cada vez más. De hecho, hoy apenas existe. El decreto de la fiscalía confirma que en el denominado «caso Cabueñes» existen indicios de que se han cometido tres graves delitos en el ámbito de la Administración pública del Ayuntamiento de Gijón, por parte de quien literalmente «era conocedor, de manera prácticamente exclusiva, del urbanismo gijonés y, en concreto, de las más que probables recalificaciones de terreno de diversas zonas del concejo de Gijón».
Los delitos de los que hablamos son tres: cohecho, uso de información privilegiada y tráfico de influencias. Ovidio Blanco, ex arquitecto jefe del Servicio Técnico de Urbanismo del Ayuntamiento de Gijón, es ese «conocedor» que gozó de la total «confianza» de los alcaldes, concejales de Urbanismo y equipos de gobierno desde 1979 hasta 2004, veinticinco años que dan para mucho.
Veinticinco años con Álvarez Areces, con Paz Felgueroso, con Francisco González Buendía, con Jesús Morales y con Pedro Sanjurjo. Siempre los mismos y siempre con él. No es de extrañar que cuando Ovidio Blanco pide la excedencia en el Ayuntamiento de Gijón, a finales de 2003, inmediatamente pasara a tener una máxima responsabilidad en la sociedad pública Sogepsa, contratado por Buendía, que también tuvo altísimas atribuciones urbanísticas como funcionario, que lo sigue siendo, del mismo Ayuntamiento.
A alguien que venga de fuera de Asturias le resultará muy sorprendente conocer que en los treinta años que van de 1979 a 2009 las mismas personas y, por otro lado, tan pocas y tan identificadas por todos están siempre alrededor de las trascendentales decisiones que se han tomado y se siguen tomando en Gijón y en Asturias en algo que tiene una brutal repercusión económica. Nos referimos al urbanismo y sus consecuencias: las decisiones de dónde se construye, cuánto se construye y cómo se construye. Hablamos de decenas de miles de viviendas, locales, naves industriales? Si lo llevamos a euros o a pesetas, las cantidades superan cualquier volumen de dinero que podamos imaginar.
Cuando saltó la noticia a los medios de comunicación, la reacción fue la que todos conocemos, aunque produzca bochorno. El concejal de Urbanismo Sanjurjo calificó de «intachable» la actuación del ex arquitecto jefe. Atrapados por la escandalosa realidad de los hechos, en horas, en un acto más de hipocresía, el gobierno municipal, con la Alcaldesa al frente, a los que se van añadiendo personajes como Buendía, se fue distanciando de Blanco. Y trataron de hacer recaer sólo sobre él todo el escándalo. ¿Por qué? Porque la doctrina oficial y la mentira que desde entonces sostienen es que ninguno de ellos intuyó, ni conoció, en decenios, nada de lo que planificaba quien era el funcionario más relevante en el ámbito urbanístico en Gijón y tuvo las mayores responsabilidades en Sogepsa.
¿Es que alguien se puede creer que Ovidio Blanco no mantenía reuniones periódicas en la Alcaldía y que no hablaba diariamente con el concejal de Urbanismo?, ¿tomaba las decisiones solo? Nadie puede creerlo