“Cien Miradas sobre Proyecto Hombre de Asturias” está dedicado a todas las personas: fundadores, patronato, terapeutas, voluntariado, familias y personas colaboradoras, así como a instituciones, tanto públicas como privadas, que han hecho posible que Proyecto Hombre pueda cumplir su primer cuarto de siglo. Nuestra presidenta, Pilar Fernández Pardo, ha colaborado en esta publicación con el siguiente relato:
“Cuando me invitaron a escribir unas líneas para este libro, pensé que lo mejor sería contar una historia real y cercana que sirviera como ejemplo para entender la labor social que desarrolla Proyecto Hombre. Una labor humana, solidaria e imprescindible en nuestra sociedad. Esta es la historia de una pareja que conozco bien y a la que sólo he cambiado los nombres para preservar su intimidad.
Pepe y Elisa llevaban dos años casados y toda la vida de novios. Se habían conocido recién cumplidos los dieciséis, estudiaron en el mismo instituto y cursaron la carrera juntos. Estaban, como suele decirse, hechos el uno para el otro. Quince años después, todo parecía ir sobre ruedas: ambos trabajaban y esperaban ilusionados su primer hijo.
Pero la cocaína se cruzó en el camino de Pepe. Comenzó jugueteando con la droga los sábados por la noche, después de haber tomados unas cuantas copas y tras haber disfrutado de una velada de risas y bailes junto a su esposa y sus compañeros de la infancia. Pero demasiado alcohol trastornaba a Pepe hasta el punto de que, llegada cierta hora y consumidos unos cuantos whiskies de más, olvidaba quién era, con quién estaba, y se ‘endemoniaba’. Elisa se marchaba sola y enfadada a casa, prometiendo para sus adentros, como hacía cada sábado, que ésa sería la última salida nocturna. Los amigos también tiraban la toalla después de intentar convencer a Pepe, una y otra vez, de que ya era una hora prudente para irse a dormir. Al final, se quedaba solo, apoyado en la barra de un bar cualquiera, con una sola idea en la mente. Y lo conseguía, porque sabía por dónde andaban esas otras ‘amistades peligrosas’, aquellas que le suministraban la dosis de ‘felicidad’ que necesitaba en ese momento.
Poco a poco, esa dosis se fue haciendo necesaria también durante el día. Su vida se convirtió en un infierno. Consumir cocaína era la forma que Pepe tenía de poder sobrellevar la responsabilidad de cada jornada laboral. Pero no era sólo el trabajo; había mucho más detrás, como una acomplejada infancia que pesaba como una losa sobre su espalda; unos padres excesivamente rígidos y exigentes, una esposa casi perfecta que, sin quererlo y pese a amarlo infinitamente, le hacía sentirse inferior… Pero todo eso lo descubriría más tarde en Proyecto Hombre.
Fue su mujer, Elisa, quien le empujó a abrir la puerta del centro. Le había dado un ultimátum tras descubrir que el dinero que habían ahorrado juntos durante años ya no existía, que su marido había acumulado importantes deudas económicas y que la mentira se había convertido en una constante en sus vidas. Ella había derramado demasiadas lágrimas, pero no estaba dispuesta a dejarse vencer. Se informó bien y telefoneó a Proyecto Hombre.
Pepe comenzó así una nueva y durísima etapa. Tuvo que aprender ‘un nuevo idioma’, con otros registros y reglas que fueron cobrando sentido a medida que avanzaba su tratamiento. Lloró mucho, descargó todo lo que llevaba dentro apoyándose siempre en los magníficos monitores de Proyecto Hombre, pudo conocer sus debilidades y su fortaleza, y se conoció a sí mismo.
Pepe logró salir de la droga, consiguió decir No a la cocaína y rehacer su vida. Ahora sonríe de nuevo junto a Elisa y su hijo. La de Pepe es sólo una de las miles de historias que han tenido un final feliz gracias a Proyecto Hombre, gracias a la labor que este centro ha venido desarrollando en Asturias en sus veinticinco años de trayectoria solidaria”.