En 1782 nació uno de los más famosos y virtuosos violinistas de todos los tiempos: Nicolas Paganini. Su genial talento hizo que multitud de leyendas surgieran en torno a su personalidad. Algunos decían que su don era fruto de un pacto con Satanás. Hasta el arzobispo de Niza le negó sepultura en el cementerio por su fama diabólica, viéndose su féretro obligado a deambular varios años hasta que la duquesa de Parma autorizó el enterramiento en sus propiedades.
Su gran leyenda surge cuando al protagonizar un concierto, con todo el auditorio repleto, al violín de Paganini se le fueron rompiendo paulatinamente las cuerdas. Paganini no se inmutaba. Cada vez que una cuerda quebraba, él reanudaba su interpretación de deliciosos sonidos. Se rompió una cuerda, se rompió otra, y el auditorio acompañaba con palmas los acordes que producía el genio con sólo dos cuerdas. El director y la orquesta le acompañaban impresionados. Todos los presentes gritaron al romperse la tercera cuerda. Paganini sonrió y comenzó a interpretar una increíble melodía con una única cuerda que hacía sonar como si hubiera varios violines. Nadie en Viena olvidó aquel concierto. El autor pasó a la historia y tras aquel éxito creó la «Fantasía para la cuerda en Sol».
En Gijón, nos han desgraciado el violín. Tras el escándalo de Ovidio Blanco, el funcionario de confianza del equipo de gobierno que se embolsó 600.000 euros por una recalificación urbanística, se rompió una cuerda. El concejal de Urbanismo, Pedro Sanjurjo, sonrió, dijo que no pasaba nada, que él ponía la mano en el fuego por Ovidio Blanco, y se quemó. Hoy, el que fuera arquitecto jefe del Ayuntamiento de Gijón está imputado por varios delitos. Mientras, el gobierno municipal, formado por concejales del PSOE e IU, asegura no tener nada que ver con las extrañas recalificaciones que han permitido altas plusvalías.
El urbanismo de Gijón no le permite interpretar grandes melodías a Sanjurjo. La segunda cuerda se rompió en el último Pleno. Al ser preguntado por el Grupo Popular cómo era posible que algunos promotores conocieran con anterioridad los planes urbanísticos que se aprueban en el Ayuntamiento, un asunto demostrado en algunas promociones, el concejal de Urbanismo afirmó que no era algo extraño, dado que los propietarios de terreno eran preceptivamente consultados antes de modificar la calificación de sus parcelas. «Teníamos que hablar con todas las partes interesadas», dijo. Sanjurjo no aclaró cuáles eran los términos de las consultas, si exponer cuáles eran los intereses de esos promotores, los del Ayuntamiento, o los de ambos, pero un sonido extraño interrumpió el ensueño del «teatro».
Aun así, permaneció cierta música y el equipo de gobierno se prestó a brindar al respetable nuevas melodías veraniegas. Poco después, el Tribunal Superior de Justicia de Asturias anulaba el Plan de Ordenación Urbana de Gijón. Los gijoneses hemos visto cómo se rompía otra cuerda. Gran estruendo. La orquesta no toca. El consejero Buendía dice que no pasa nada, que se recurre y ya está, que seguirá sonando la música en la caja escénica. Mientras tanto, han buscado un Paganini culpable, Paganini Morales, quien asegura ser el único responsable, en tanto que el actual equipo de gobierno, tras el preludio, se presta a intentar tocar con una sola cuerda la «Fuga en Mi mayor».
La Alcaldesa le dice al concejal aquello tan asistido de «tócala otra vez, San… jurjo». En este caso, parece que no hay problemas para enterrar el féretro, aunque el Paganini sea Gijón. Por cierto, el violín de Paganini era muy caro, un Guarnerius, mejor instrumento y más difícil de encontrar que un Stradivarius. ¿Quién sabe tocar con una sola cuerda? Mejor que toque otra orquesta.