Veinticuatro horas después de que la cúpula del Partido Popular (PP) presentara en Toledo sus propuestas para el pacto por la educación en España, Juan Antonio Gómez Trinidad (La Zarza, Badajoz, 1959), portavoz de educación del PP en el Congreso de los Diputados, intervino ayer en unas jornadas sobre educación organizadas por el Partido Popular de Gijón en el centro municipal de El Llano. En las jornadas intervinieron también la directora general de Educación Infantil y Primaria de la Comunidad de Madrid, Carmen Pérez-Llorca, y la vicerrectora de Internacionalización y Cooperación al Desarrollo de la Universidad de Oviedo, Ana María Fernández.
-¿Es usted optimista con vistas a la negociación con el PSOE?
-Soy realista, el pacto es difícil, ya que estamos en una materia que es sensible y sirvió de señas de identidad para distinguir a los partidos, pero confío en que veinte años de un sistema educativo y algunos más de madurez democrática nos permita a los partidos abordar la negociación con serenidad y sin tintes ideológicos.
-¿Tiene confianza en el ministro de Educación, el señor Gabilondo?
-Confío en el Ministro, ha dado muestras de que quiere llegar al pacto, pero tengo que decir, lamentablemente, que no tengo la misma esperanza del Partido Socialista, y no lo hago desde un a priori de partido, sino desde la constatación, a lo largo de estos dos años que llevamos de legislatura, en los que las propuestas del PP, muchas de ellas de sentido común, como por ejemplo que el inglés fuera obligatorio en todo el territorio español a los 3 años, fueron rechazadas.
-¿Cuál es el principal escollo que intuye tendrá la negociación?
-Pues supongo que las hipotecas que en este momento tiene el Partido Socialista.
-¿Por ejemplo?
-Con sus socios de gobierno en Cataluña e hipotecas ideológicas que, en su momento, han adquirido y que son un lastre del que no se quieren desprender.
-¿Pero cómo se le pone el cascabel al gato de la enseñanza del catalán, por ejemplo?
-Es un problema del Partido Socialista y, repito, de sus hipotecas políticas; por el contrario, lo que hace falta es que esos idiomas dejen de ser instrumentos políticos para convertirse en lo que son: instrumentos de comunicación de las personas de libre opción por parte de los ciudadanos.
-¿La sociedad española está cansada de que cada pocos años se cambie la ley de Educación?
-Creo que la sociedad española de lo que está cansada es de mensajes vacuos sobre educación. Desde 1990, en el que se aprueba la Logse, con cinco años de preludio, que fue la Lode, la primera ley socialista, se experimentó con un sistema educativo nuevo basado en unos principios como los del «buenismo», todo el mundo es bueno, en un cierto «coleguismo», en una desaparición del esfuerzo y de la autoridad. Son principios que muchos países tiraron por la borda y que provienen de una moda de cuando teníamos un déficit democrático en España.
-¿Es excesivo considerar a los profesores autoridad?
-Para nada, es más, la autoridad no tiene nada que ver con el autoritarismo. Todos los extremos son eso, pero no significa que el punto medio no tenga la virtud necesaria. Sin autoridad no puede haber educación, y no la puede haber sencillamente porque la autoridad es que haya alguien, en términos intelectuales o morales, superior, que puede incitar, suscitar y acompañar al alumno a que suba a un nivel superior. Es una medida que lamentablemente hay que poner cuando la lógica normal no reconozca al profesor como autoridad, y del mismo modo que no hay cosa más natural que un padre respete a los hijos, que un marido respete a la mujer, cuando, de forma lamentable, un marido agrede a la mujer, entonces hay que regularlo con las leyes correspondientes, como con la ley del Menor y con la ley de Violencia de Género. Dicho esto, el reconocimiento del profesor como autoridad pública supone un tremendo compromiso de exigencia moral para el propio profesor, ya que una de las consecuencias que tiene es la presunción de veracidad. En los tiempos que corremos no es la solución mágica, pero ayuda a que cada uno asuma el papel que le corresponde.
-¿Qué papel tienen que desempeñar las asociaciones de padres y madres de alumnos?
-Hay que distinguir dos cosas: el papel insustituible que tienen que desempeñar los padres y, evidentemente, es una tarea y una responsabilidad que excede el juego político. Dicho esto, las asociaciones representan una dimensión de lo que es la familia en el centro, una dimensión que tiene unos límites.
-¿En el PP se piensa que, en ocasiones, las asociaciones de padres y madres de alumnos «mandan» por encima de los claustros de profesores?
-Sí, pero es consciente cualquier ciudadano de que, a veces, determinadas asociaciones han hecho un papel que no les correspondía, incluso un papel político.
-El PP, en sus propuestas, defiende el papel de los colegios concertados, o sea, de los de la Iglesia…
-Bueno, lo que decimos es que no hay nadie más preocupado por la educación de un niño que sus propios padres, y si sus propios padres consideran que la educación a través de unos centros concertados es el instrumento ideal, nosotros lo vamos a fomentar. Para el PP lo fundamental es que el usuario de la educación adquiera las competencias que le va a exigir la sociedad, y es secundario quién le preste ese servicio.