(Artículo de José María Aguirre García de la Nocedá, vicesecretario de Nuevas Generaciones del Partido Popular de Gijón, publicado en EL COMERCIO). En los últimos meses se está produciendo el debate sobre la elección directa de los alcaldes por parte de los ciudadanos. Esta es una de las propuestas realizadas por el Partido Popular en pos de llevar a cabo una necesaria Regeneración Democrática.
Una medida realmente necesaria para que los alcaldes de todas las poblaciones españolas sean aquellos que los ciudadanos decidan libremente, y no quien unas personas elegidas se pongan, entre secretismos y prebendas, de acuerdo en los despachos de las sedes de aquellos partidos que no han conseguido el apoyo mayoritario de los conciudadanos.
Sin embargo, la propuesta parece tener muchos detractores en las bancadas de la oposición. Unos siguiendo a su nuevo líder rechazan aquello que llevaron en sus programas durante tres elecciones consecutivas, desde 2000 a 2008. Otros, con discursos contra el bipartidismo, ocultan su miedo a dejar de imponer sus políticas a los demás a cambio de colocar a uno u otro de alcalde.
Incluso hay quien tilda la medida de antidemocrática, obviando que es lo que ocurre en países “tan poco democráticos” como Estados Unidos, Francia, Reino Unido o Italia. Algunos como Francia o Italia utilizan dos vueltas y un sistema de bonus al más votado que le concede la mayoría absoluta de concejales. En otros como en Reino Unido, hay dos elecciones, una por la cual se elige a los concejales, y otra en la que se elige al alcalde.
Cuál va a ser el sistema elegido para España aún no lo sabemos, aunque debería ser preferentemente uno consensuado entre la mayor parte de las fuerzas políticas nacionales. En todo caso, uno en el que el procedimiento sea lógico, transparente y limpio.
También hay quien argumentará el problema de la ingobernabilidad en el caso de que el partido de gobierno tenga un grupo municipal que no alcance la mayoría absoluta de concejales. Pero para rebatirlo no hace falta más que observar el ejemplo del Ayuntamiento de Oviedo, que ha sido capaz de llevar a cabo su programa, y sacar sus presupuestos, en base a negociar y pactar, demostrando que donde hay voluntad, todo puede funcionar.
Este sistema, y cualquiera de elección directa de alcaldes, necesitaría llevar a cabo otras modificaciones accesorias que protejan la acción del equipo de gobierno, sin menoscabar las competencias propias de control y aprobación de ordenanzas y tasas por parte del Pleno.
Dicho todo esto, parece obvio que la elección directa de los alcaldes por parte de los ciudadanos es un síntoma evidente de regeneración democrática y de acercamiento de las instituciones a los ciudadanos.