Este viernes, Oviedo se teñirá de azul por la ceremonia de entrega de los premios «Príncipe de Asturias». Ya a lo largo de la semana se celebrarán distintos actos y recepciones, y desde primeras horas del día anterior, alrededor del hotel Reconquista y de todo el paseo de los Álamos hacia la calle Uría, se agolparán ciudadanos entusiasmados, curiosos y algunos otros que sin tener tal curiosidad simplemente consideran que es un buen sitio para corear algo que quieren expresar, ya sea su cariño o su rechazo, tanto al acto en sí como a la política o a la Monarquía…, para culminar en ese momento en que extendamos la alfombra -azul, en este caso- sobre la explanada de acceso al Campoamor y los premiados entren entre ovaciones y sonido de gaitas, unos con cierta timidez y otros con gran desparpajo. Y lloverán las opiniones -porque estamos en Asturias y o llueve «algo», aunque no sea agua, o parece como que no somos nosotros mismos-. Unos pocos sacarán a pasear la bandera tricolor -como siempre que pueden-, en tanto que otros, los más, hablarán y no pararán del Príncipe, de si esto y de si lo otro… Al tiempo que, por supuesto, escrutarán hasta la extenuación a doña Leticia, para alabarla, cuestionarla o, incluso, para fingir indiferencia -por aquello de ser «paisana»-, y pondrán en valor el buen hacer de la Reina.
Por supuesto que tampoco faltará el debate acerca de los premios en sí, porque -lo dicho- estamos en Asturias y no puede de ningún modo «llover a gusto de todos». Así que habrá toda clase de debates. El más habitual: si se deben hacer o no, y el de «si valen para algo», seguido del eterno y consabido disenso de si se dan para prestigiar a los premiados o para que los premiados prestigien el premio… Y, por supuesto, está el debate localista, que tampoco puede faltar en un país como el nuestro, aunque, afortunadamente -y soy de Gijón-, ya se pasó de moda -o eso creo y espero- aquella extravagante reivindicación de que la ceremonia tenía que ser ¡itinerante!, que parece haber quedado saldada con la «exportación» de algunas entrevistas y actos con los premiados en distintas localidades a lo largo de la semana, lo cual está muy bien y es más que suficiente, a mi modo de ver.
En fin, aplausos, críticas y elogios encendidos que son parte consustancial y valiosa de la hermosa ceremonia que, año tras año, nos trae la Fundación Príncipe de Asturias. Una ceremonia que se celebra enmarcada en el dulce sonido de las gaitas, que emocionan como siempre, y en la que este año tendremos el privilegio de escuchar al escritor Antonio Muñoz Molina, que recibe el galardón de las Letras; a la socióloga neerlandesa premiada con el de Ciencias Sociales Saskia Sassen; a Annie Leibovitz, que recibe el de Comunicación y Humanidades, y al dramaturgo Michael Haneke, por el de las Artes. Y en la que aplaudiremos a Rolf Heuer, director general de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), que recibe el premio de Investigación Científica y Técnica junto a los físicos Peter Higgs -que bromea con que el bosón le arruinó la vida- y François Englert, con ellos nos adelantamos por primera vez a los Nobel, y la Sociedad Max Planck para el Avance de la Ciencia, que recibe el premio de Cooperación Internacional.
Me gustan los premios «Príncipe». Me gusta el ritual anual de elección y, sobre todo, la ceremonia. A ver, yo, como cualquiera, tengo mis preferencias y como buena asturiana y española soy muy crítica y «protestona», así que hay años que cuestiono unos y otros, echo de menos a quien a mí me parece que lo merece más, pero estas cosas forman parte también, cómo no, de los premios. Y cada año, además, tengo, como no puede ser de otro modo, mis favoritos. Por eso, este año me quedo, sin duda, con la ONCE, premio a la Concordia, por esa labor esencial, por ese día a día que mejora la vida de tantos y tantos, que sin duda son héroes cotidianos… Ya es difícil la vida de por sí…
Conclusión, este viernes, una vez más, Oviedo, y con ella Asturias, lucirá sus mejores galas y alguna pancarta de protesta -ya hay concedidos permisos para alguna manifestación que quedará sumida en la alegría general- y viviremos un día especial, abriremos los telediarios desde el Reconquista y seremos una vez más noticia por algo positivo, lo que en los tiempos que corren ya es en sí mismo un premio, el que Asturias lleva recibiendo treinta y tres años.
Laura Sampedro es senadora del Partido Popular por Asturias