Más que nunca, la contienda electoral, a punto ya de concluir, se viene librando en platós de televisión con debates decisivos que no lo son tanto; y en las redes sociales con tweets y whatsapps lanzados al segundo en apoyo de uno u otro candidato. Y es que la política vuelve a formar parte de la familia, de las cenas con amigos. En definitiva, vuelve a apasionar. Sólo un matiz: tras la puesta en escena, estudiada al milímetro, debe residir la aptitud para gobernar España. Tarea complicada y no apta para todos los públicos.
A Pedro Sánchez parece que le está pasando factura la política de «atajos» practicada en Mayo. En cierto modo, es como sí deambulase por un cuadrilátero repleto de contradicciones. Hace siete meses disfrazó la derrota a base de pactar con la izquierda radical y con el único objetivo de echar del poder al Partido Popular. Ahora, cuando la fuga de voto socialista se cuenta por miles, se muestra furibundo contra la «coleta» y el color morado. Claro que si se tercia…, volvería a ponerles «ojitos», con tal de lanzar a Rajoy fuera de la Moncloa. Ese es el certificado de credibilidad del Señor Sánchez.
Por otro lado, no faltan quienes «juegan» a diestra y siniestra, declarándose liberales y socialdemócratas al unísono. A decir verdad, no se proponen otra cosa que «pescar» oportunamente en «río revuelto”, adaptando el mensaje al territorio y pasando de «puntillas» por cuestiones tan delicadas como la subida del IVA del pan u otros bienes de primera necesidad; los recortes a la educación concertada, como ocurrió la pasada semana en Madrid; o el frenazo a la alta velocidad ferroviaria – lo que afectaría a Asturias- a tenor de lo dispuesto en su programa electoral.
Además, votar dicha opción política es votar “a ciegas». Albert Rivera no aclara qué tipo de pactos va a tejer con los votos recibidos. Cuando se le pregunta al respecto echa mano de la ambigüedad calculada, de las medias » tintas» sin explicarle al ciudadano el destino de su voto. Por el contrario, los compromisos del Partido Popular son meridianamente claros: la inequívoca defensa de la unidad de España y de la estabilidad política merced al gobierno de la lista más votada; el descenso del paro mediante la promoción de políticas activas de empleo y deducciones e incluso exenciones fiscales; o la bajada de impuestos, junto al impulso de las grandes infraestructuras en Asturias, denotan sensatez y confianza frente al «todo vale» de otras fuerzas políticas.