(Artículo publicado en El Comercio). El lunes 18 fue el último café. Aunque el cierre se cernía sobre el Dindurra -Margarita Huerta llevaba tiempo gravemente enferma-, nadie de los que allí nos encontrábamos a diario y a la misma hora queríamos aceptarlo. Preferimos ‘mirar para otro lado’ y, como suele ocurrir en estos casos, la realidad se impuso de súbito y sin pedir permiso.
Fue un cierre seco, sin resquicio para la duda, para la conjetura. Rafa Nosti lo tenía claro desde hacía años, siendo sabedores de su decisión los catorce empleados.
El Dindurra era una especie de ‘foto fija’. Cada cual contaba con su mesa, con su lugar en la barra, hasta el punto de que ninguno osábamos usurpar el del otro. Cuando una subía por la calle Covadonga en dirección a Begoña intuía, sin temor a equivocarse, quién a esa hora, con el cigarro en la boca, ‘aguantaba’ en la terraza el chaparrón de turno; quién, tras cruzar la puerta, leía un periódico deportivo en una mesa junto a la ventana; o quiénes, ‘abrigados’ del frío, optábamos por la calidez del lado izquierdo de la barra. Cada cual su asiento, cada cual su periódico… Todo en sincronización perfecta… ¡Asombroso!… Pero así era.
Y es que en el Dindurra las prisas quedaban en la calle, ‘huérfanas’ momentáneamente. Manolo, siempre optimista; Mari, con la dolencia cervical ‘a cuestas’, practicaban con maestría el arte de poner al mal tiempo buena cara y te servían tu café, que era distinto al de todos los demás, recién cruzada la puerta giratoria.
No era pues el Dindurra un café al uso. Era, y ojalá siga siéndolo, un centro de tertulia, de tolerancia, de expresión cultural. ¡Cuántas veces confluíamos en sus pasillos representantes de las diferentes formaciones políticas! ¡Cuántos artistas departían en sus gastadas mesas de mármol y cuántos exponían su obra en la pared centenaria!
Por ello, es importante preservar el local, su uso, sus elementos decorativos y de ornato, como así fue propuesto esta semana por el Grupo Municipal del Partido Popular. Debemos mantener su estructura y configuración como aval de una posible continuidad. Continuidad ésta que, a mi juicio, depende de la buena voluntad de la sociedad propietaria y del hallazgo de un empresario con fe absoluta en el proyecto. Y es que Gijón debe tener futuro sin aniquilar su pasado. Ya lo hemos hecho demasiadas veces.
Ángeles Fernández-Ahúja
Presidenta del Partido Popular de Gijón