(LA NUEVA ESPAÑA) La publicación de la última Encuesta de Población Activa (EPA) del 2016 y de los datos de los padrones ha vuelto a dejar al descubierto la cruda realidad del desafío demográfico al que se enfrenta Asturias. La tendencia amenaza con dejar a nuestra tierra con menos de un millón de habitantes en cinco años y llevarse por delante a un tercio de nuestra población infantil en menos de quince. La juventud, por supuesto, no se queda atrás en esta sangría infinita que vivimos, con unos datos de población que se ven empeorados por la pérdida de más de 1.200 jóvenes en el último año contabilizado, 2015. Todo esto tiene que hacer pasar a nuestro gobierno de las palabras a los hechos y de los anuncios grandilocuentes a la búsqueda de un gran consenso no sólo en políticas de familia, sino económicas y sociales en su conjunto.
Durante los últimos días la publicación de los datos antes mencionados ha vuelto a sacudir a la opinión pública asturiana. En 2016 hemos perdido a 5.000 menores de 34 años en disposición de trabajar, a los que hay que sumar otros 1.800 inactivos menos entre los que se incluyen los estudiantes; en total, 6.800 jóvenes menos. Esto se agrava si observamos que en la última década se han perdido uno de cada tres jóvenes activos, en total 67.600. Por su parte, los datos de los padrones municipales indican que todas las comarcas de Asturias han perdido desde el 2006 a más de un 30% de su juventud trabajadora, lo que nos indica que no sólo hablamos de una profunda crisis demográfica, sino también de una crisis económica y social en una tierra incapaz de generar polos de atracción para la juventud. De aquí que, además de plantearnos nuevas políticas orientadas a la natalidad, debamos cuestionar también la estructura productiva implantada por el gobierno socialista, hegemónico en nuestra tierra desde hace casi 40 años.
A nivel municipal, el concejo de Gijón tampoco sale bien parado en la comparativa al perder a más de 24.000 jóvenes de entre 20 y 34 años en la última década. Esto hace que nuestra ciudad y su zona de influencia tengan el dudoso honor de competir en esta triste liga con las cuencas mineras del Caudal y del Nalón, territorios arrasados por el socialismo más recalcitrante y sus líderes sindicales, entre los que destaca José Ángel Fernández Villa. Somos una ciudad que lo tiene todo para brillar con luz propia entre la niebla de una crisis demográfica que ataca a todo el noroeste español. Pese a que Gijón cuenta con un tamaño óptimo para residir, una calidad de vida puntera en toda España y una apertura al mar que la hace incluso más atractiva no ha logrado convertirse en una superviviente de este desafío poblacional. Esto debe hacernos pensar en quién y cómo se han gestionado nuestras posibilidades, así como por qué nuestro gobierno sigue tropezando en las mismas piedras.
La fijación de población es un síntoma de prosperidad y, como postuló el economista Charles Tiebout, también un mecanismo de aprobación o desaprobación con las políticas impulsadas en un territorio. Hoy Asturias cuenta temerosa los días que quedan para perder el millón de habitantes mientras que su mayor ciudad, Gijón, compite con las comarcas más deprimidas de nuestra región. El veredicto es claro, únicamente es necesario que algunos se atrevan a leerlo.
Andrés Ruiz
Presidente de Nuevas Generaciones de Gijón