- El mal estado de conservación en que se encuentra uno de los pulmones de Gijón
LA NUEVA ESPAÑA | Aquéllos que por edad no tuvieron la fortuna de conocer el parque Isabel la Católica en su máximo esplendor, referente local y motivo de numerosas visitas turísticas, solamente tienen que ojear la edición del libro que el Ayuntamiento de Gijón publicó en 1967 sobre este recinto, escrito por Daniel Arbesú y con diferentes fotografías e ilustraciones de Ignacio Martínez y Fernando Magdalena.
El libro describe la singularidad y belleza del mismo, así como las distintas mejoras realizadas desde sus comienzos en la primavera de 1941. Se trataba de un parque amplio muy cuidado. Un pulmón para la ciudad. Con una gran variedad de árboles y plantas, así como el aprovechamiento de unas charcas naturales que albergaban una nutrida representación de diferentes especies acuáticas. Una zona de juegos para niños acorde con los tiempos que corrían en aquellos años y una serie de paseos en donde destacaba una rosaleda completaban unas magníficas instalaciones para disfrute de pequeños y mayores.
Los que tuvimos la fortuna de disfrutar de este maravilloso parque nos sentimos desolados ahora por la situación de abandono y por la incapacidad de un Ayuntamiento que aborda los problemas en cuestiones como lo sucedido con las famosas nutrias dejando un absurdo y antiestético cierre con malla cinegética electrificada. Las nutrias que se zamparon 250 aves y que finalmente, la mayoría, murieron atropelladas por los vehículos, cuando la solución era la que propuso la Comisión de Regional de Medio Ambiente del Partido Popular de recogerlas con jaulas trampa y conducirlas a otros hábitats necesitados de esta especie.
Lo cierto es que a pesar de la buena labor que desarrolla el bueno de Antonio en el cuidado y recuperación de la fauna del parque, los medios y las instalaciones de las que dispone son precarias e insuficientes. La renovada estructura de la rosaleda no cuenta con suficientes rosales trepadores y los que subsisten no prosperan, simplemente por falta de un puñado de abono. Las diferentes estatuas que antaño lucían esplendorosas, están sucias, algunas mutiladas o con pintadas.
Las charcas requieren de limpieza y renovación constante de sus aguas. La sequía, la alta contaminación y las altas temperaturas son un caldo de cultivo propio para el desarrollo de enfermedades, entre otras el tan temido botulismo, causante de numerosas muertes de aves acuáticas.
En definitiva nos encontramos ante una situación de negligencia pasiva con un Principado inoperante y una Alcaldesa en Gijón con los objetivos puestos en otras partes.