(Artículo publicado en La Nueva España). La superioridad moral de la izquierda consiste en creer que todas sus opiniones, principios y decisiones emanan de la Verdad y, por lo tanto, son fuente del Bien, la igualdad y la justicia social. Desde ese prisma, tienen la capacidad de presentarse como jueces que dictan lo que está bien y mal, marcando lo políticamente correcto y lo oficialmente bueno. Basta con repetirlo una y otra y otra vez en los medios de comunicación para que se convierta en la verdad oficial e incuestionable. Si alguien osa llevar la contraria, será inmediatamente condenado por este moderno Tribunal de la Inquisición Progre.
Todo ello va acompañado de un supuesto compromiso social con los más desfavorecidos (evocando, cómo no, a la lucha de clases). Para defender ese supuesto compromiso, argumentan que esas clases desfavorecidas están siendo atacadas por los recortes en sanidad y educación y, por lo tanto, hay que movilizarse para evitarlo. No importa utilizar a un niño en la televisión diciendo que proviene de una familia humilde y ahora el gobierno no le va a permitir seguir estudiando. O que un señor canoso con barba, que dice ser representante de los estudiantes, grite con un megáfono que se impide a los pobres acceder a los estudios superiores por los recortes en las becas. Ni tan siquiera importa que el dinero para las becas haya ascendido y que las ayudas para alumnos con dificultades económicas en sus familias hayan incrementado. Nada importa porque nadie se puede oponer a la “verdad”.
Lo que es curioso es observar cómo ese compromiso social con la educación y la sanidad, y la movilización y la lucha que se derivan de él, sólo se practica en algunos territorios. Te lo encuentras en la Comunidad de Madrid, la Comunidad Valenciana, Murcia, Castilla y León, Baleares… Sin embargo, nuestra amada y querida Asturias no es motivo de indignación.
Los recortes en la Consejería de Educación del Gobierno del Principado están llevando a nuestra Universidad a una situación de precariedad e inestabilidad. No se encienden las calefacciones, hay graves desperfectos sin reparar, bibliotecas y salas de estudio que se cierran, plazas de profesores sin cubrir, laboratorios y aulas de prácticas inutilizables… O podríamos hablar de los gravísimos problemas en escuelas e institutos de decenas de pueblos asturianos, con deficiencias propias de la década de los 50. ¿Alguien se imagina que algo de esto pasara en alguna de las comunidades anteriormente citadas?
Los estudiantes del Campus Universitario de Gijón llevan sufriendo muchos años las consecuencias de estas políticas. Pero los jóvenes, como nos rebelamos contra lo impuesto y lo supuestamente necesario, no nos callamos. No nos callamos cuando los eternos gobiernos de socialistas y comunistas en nuestra ciudad consideraron que los terrenos del Campus eran suyos e impusieron allí la Semana Negra, contra el criterio de estudiantes y profesores. La justicia nos dio la razón y nadie pidió disculpas. No nos callamos cuando el nuevo gobierno municipal (cada vez más parecido al anterior) nos prohibió celebrar la tradicional espicha de ingenieros en nuestra ciudad.
Y el espectáculo continúa. Llevan más de una década prometiendo una residencia de estudiantes en nuestra ciudad y sigue sin llegar. Mentiras, engaños, cortinas de humo, plazos que se incumplen, empresas que dan problemas, incapacidad política para liderar ese proyecto… Y ahora, la gota que colma el vaso: cierran la biblioteca del edificio de la Politécnica.
Ahora la atención se debe centrar aquí, en Asturias, en Gijón. Aquí es donde se están produciendo insoportables recortes en educación y donde se pagan las consecuencias de políticas antisociales e injustas. Aquí, precisamente, donde gobiernan los representantes de la superioridad moral.
DAVID GONZÁLEZ MEDINA, PRESIDENTE NUEVAS GENERACIONES PARTIDO POPULAR DE GIJÓN