Artículo de Ramón Gómez Alonso, miembro de la Junta Local del PP de Gijón. Un buen número de voces proclama la necesidad de acometer una reforma de la Constitución. No niego que la Carta Magna precise ser reformada; hace ya tiempo que algunas materias exigen su revisión, pero por falta del momento oportuno o por exceso de prudencia estas modificaciones no fueron abordadas.Pero en esta oportunidad, aunque se habla de reformar la Constitución, se hace por otras causas, causas que afectan de manera fundamental al contenido de la Regla máxima de convivencia de los españoles y por ello no se puede adjetivar como reforma lo que en realidad por su alcance y transcendencia lleva a construir una constitución distinta, es decir una Nueva Constitución, no la continuidad de la actual, como supondría su reforma.
Cuando una actuación conlleva importantes riesgos, la clase política tiene la mala costumbre de distorsionar el idioma para suavizar el efecto que la actuación pudiera producir en la ciudadanía; es decir, en el puro idioma de Cervantes en estos casos es usual utilizar el engaño, e incluso la mentira. Esto es lo que en mi opinión ocurre con la Constitución, no se plantea como se dice su reforma, sino la elaboración de una Nueva Constitución que la sustituya.
Y ahí está el enorme riesgo del que los ciudadanos debemos ser conscientes, y del que los políticos además deberían ser responsables para tratar el tema con máxima prudencia. Si el cambio de la Constitución, tal como se plantea, pudiera llegar a ser necesario, ello sería la conclusión de un profundo periodo de análisis y debate y no como ahora se plantea como una simple discrepancia política con perspectivas cortoplacistas electorales y sin mayor justificación que resolver un asunto puntual, puede que importante para una pequeña parte de la ciudadanía, pero que puede resultar un gravísimo riesgo para la mayoría de los ciudadanos, ajenos al asunto.
La actual Constitución, vigente desde 1978 (36 años) es la única que se ha mantenido estable en toda la historia democrática española, y esta estabilidad ha permitido el progreso y evolución de España, hasta recuperar prácticamente todo el atraso que el país arrastraba en relación con el resto del mundo desarrollado. Ello fue posible porque esta Constitución fue el resultado de una elaboración constructiva, consensuada generosamente y pactada responsablemente por políticos prestigiosos, responsables, y magnánimos. ¿Estamos ahora en una condición comparable?, rotundamente no., actualmente en buena parte de nuestros representantes prima la baja calidad intelectual y moral, el egoísmo, el oportunismo y la ceguera política.
Seamos conscientes del riesgo que conlleva un cambio Constitucional, y miremos hacia atrás, la experiencia nos dice que en las dos anteriores oportunidades en las que se implantó una constitución democrática solo se mantuvo 4 y 8 años y con un final precisamente no deseable. ¿Que razones pueden negar la existencia de riesgo? No me vale el argumento de que eran otros tiempos, la práctica de la convivencia no cambia con los tiempos y en cuanto al aspecto material, por desgracia las percepciones actuales no son menos graves que aquellas a las que en su tiempo se aspiraba; A mí solo se me ocurre una, la necedad.
Para terminar una recomendación a los que plantean el Cambio constitucional como la panacea que resolverá como ungüento mágico el problema de Cataluña; en anterior oportunidad nos llevaron a la misma exigencia por otro conducto, un nuevo estatuto de autonomía, se les dio rendidamente en 2006 y para lo único que sirvió fue para acrecentar sus ambiciones independentistas. Tengan presente que por muchas más concesiones que se les hiciera en una nueva Constitución, el problema no se resolvería, igual que en la anterior oportunidad seguirán proclamando su independencia. ¿Y qué creen que pasará con Euskalduna e incluso con Cartagena? Adiós España.
Sí es cierto que el problema es político y con política se debe resolver, pero con mayúsculas, no con bastardilla, y con perspectiva universal, que lo primero que exige hasta al más ciego es unidad española frente al separatismo. Y si hay que hacer cambios en la Constitución, como españoles pónganse a ello, que para eso están la Cortes en las que estamos representados todos. Pero no pretendan hacerlo en mítines o en los medios de comunicación; ya está dicho antes, hace falta temple, generosidad y responsabilidad para hacerlo y sobra el egoísmo, oportunismo y ceguera política.