Por Jesús Suárez
Vicesecretario de Sectores Productivos del PP de Gijón
Publicado en La Nueva España, 26 de junio de 2025
Vivimos en un momento en el que la tecnología avanza a una velocidad vertiginosa. Cada semana aparece una nueva herramienta, una nueva sigla, una nueva promesa de transformación radical. Inteligencia artificial, automatización, internet de las cosas, realidad aumentada… todo parece ir tan deprisa que uno puede llegar a pensar que es imposible adaptarse, que el tren ya ha salido de la estación.
Pero esa sensación, aunque comprensible, es errónea. No estamos fuera de juego. Lo que sí es cierto es que necesitamos cambiar nuestra forma de pensar, tanto como individuos como desde nuestras empresas y administraciones.
Lo primero es asumir que no podemos adoptarlo todo. Ni falta que hace. La clave está en entender qué tecnologías aportan valor real a nuestro negocio o actividad profesional y centrar ahí nuestros esfuerzos. No se trata de estar a la última, sino de ser estratégicos. No todos necesitamos blockchain o un gemelo digital, pero muchos sí podríamos beneficiarnos de una inteligencia artificial que nos ayude a mejorar la atención al cliente, optimizar procesos o tomar mejores decisiones.
Otro error común es pensar que adaptarse a la tecnología es solo cuestión de grandes inversiones o conocimientos técnicos avanzados. Nada más lejos de la realidad. Lo que realmente marca la diferencia es tener una actitud abierta, curiosa y práctica, saber preguntar y dejarse asesorar. Rodearse de aliados tecnológicos –emprendedores, centros de innovación, consultores especializados– puede permitirnos avanzar más rápido y con menor riesgo.
En este contexto, las empresas que sobrevivirán y prosperarán no serán necesariamente las más grandes, sino las más ágiles. Aquellas capaces de probar rápido, fallar barato y aprender constantemente. En lugar de paralizarnos ante el cambio, tenemos que abrazarlo desde la acción. No necesitamos convertirnos todos en expertos en programación, pero sí comprender lo suficiente para decidir con criterio.
El reto de la transformación tecnológica no es técnico, es humano y estratégico. Se trata de conectar talento, visión y propósito con las herramientas que hoy ya están a nuestra disposición. No es una carrera contra las máquinas, es una carrera de adaptación, y todavía estamos a tiempo de ganar.