- Una actitud que demuestra cómo aplican algunos la democracia.
Hace unos días nuestra Consejera de (mala) Educación, olvidando que el ejercicio del cargo la obliga a representar a todos los asturianos, inició su particular campaña electoral y dejó -se supone- al Ministro del ramo con dos palmos de narices. O no. Con ese seguidismo hacia lo andaluz del que tanto gustan últimamente los socialistas, pegó la espantá. Algo que no tendría mayor importancia -escaso recorrido y nula efectividad- si no fuera porque demuestra cómo interpretan y aplican algunos la democracia. Lo que viene a ser la «ley del embudo», mayormente.
No ha mucho tiempo, en este mismo lugar y en algunos más, doña Ana y sus correligionarios nos daban lecciones a todos y nos recordaban, un día sí y otro también, que en democracia son las mayorías las que deciden. Que fueran monocolores o policromadas daba igual, que lo importante es que la voluntad de la soberanía popular, representada en las Cortes Generales por una mayoría de escaños se pronunciaba y -faltaría más- todos quedábamos obligados a respetar y acatar esas decisiones. Y ello era así cuando a otra fuerza política no integrada en la mayoría se le planteaba cualquier duda respecto de las decisiones adoptadas. También cuando algunas familias se oponían al adoctrinamiento de sus hijos con una asignatura impuesta por esa mayoría, que a juicio de los socialistas era no solo irrebatible sino imposible de criticar, porque??. había sido aprobada por una mayoría parlamentaria.
Hoy las cosas no parece que sean así. La mayoría política actual, que yo creía -ah, iluso- que era igual de respetable que la anterior, resulta que no, que si no es socialista o nacionalista, no vale (tengo que estudiar más, Consejera). Por eso, doña Ana dio la espantá. Para ella, las decisiones de esta mayoría no tienen el pedigrí democrático que a ella y a los suyos les rodea. Para ella, «ley del embudo» manda, ya no es suficiente con criticar lo que no le guste, con plantear alternativas, con ofrecer propuestas; ahora se puede hacer todo lo que antes era inadmisible. Como diría el señor Guerra, ¡pasmao, estoy pasmao!
En este estado de sorpresa, me queda una duda. No sé qué es lo peor. Si la mala educación mostrada, teniendo en cuenta qué cargo ocupa. Si ver la representación de Asturias haciendo el juego a los nacionalistas, que van a otra cosa. Si contemplar como el socialismo asturiano solo piensa en ser un buen palmero andaluz y seguir la estela de la
jefa de allá, por si acaso. Aunque al final da lo mismo. El resultado es que la defensa y representación de los asturianos, de todos los asturianos, no se ha llevado a cabo porque doña Ana pegó la espantá.