LA NUEVA ESPAÑA | El economista y filósofo austriaco Friedrich Hayek señaló en su día que “las acciones que sirven para algo perduran”. La simplicidad aparente de esta idea encierra, sin embargo, una conclusión que trata de separar aquellas decisiones que se toman teniendo en cuenta el interés general a largo plazo y aquellas que padecen el lastre del corto plazo y el interés espurio. Hace casi 100 años, el rey Alfonso XIII puso su firma en el decreto que declaraba la Montaña de Covadonga como primer parque nacional de España. Como en tantas otras cosas, Asturias se convertía en vanguardia, en demasiadas ocasiones desaprovechada.
El origen de esta extraordinaria decisión tiene muchos prismas, pero quizá el más importante se pueda observar en el discurso que, dos años antes (1916) pronunció Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós, marqués de Villaviciosa, en el Senado. “¿No hay santuarios para el arte? ¿Por qué no ha de haber santuarios para la Naturaleza?”, vibraba en su intervención, decisiva, sin duda, por su amistad con el monarca.
Pedro Pidal tal vez se haya salvado de la quema de los sectarios por su insobornable amor por la naturaleza asturiana –muy en especial por los Picos de Europa–, por su labor en la aprobación del parque nacional y por ser el primero en ascender, junto con Gregorio Pérez “El cainejo, a la cima del Urriellu. Demasiadas virtudes y muy obvias para ser enterradas en el olvido frente a quienes hoy creen que están en permanente estado de invención.
El 22 de julio de este año se cumple con exactitud la aprobación de la Montaña de Covadonga como parque nacional, luego derivado a Parque Nacional de Picos de Europa. Y se hizo, en tiempo y forma, para coincidir con la conmemoración del 12 centenario de la Batalla de Covadonga. Cien años, también, de la entronización de la Virgen de Covadonga.
Como conviene destacar en su justa medida la figura de Pedro Pidal, también es justo situar la medida correcta de las cosas y sus por qué; es decir, colocarnos en el contexto de cada momento y las razones que movieron a cada cual. Covadonga y por extensión el Parque Nacional son la mejor expresión de una Asturias que trasciende a sí misma (como lo refleja que Castilla y León y Cantabria formen parte del mismo espacio) para explicar de forma vivaz la idiosincrasia española. Y sus contradicciones, como es obvio. Contradicciones que se reflejan de igual forma en Picos de Europa, donde la protección se convirtió en cierto momento en absoluta restricción e hizo de los interesados en visitar el parque sospechosos de intrusismo. Es decir, cuando aparecieron los guardianes de las esencias (o de sus esencias, mejor dicho).
Pedro Pidal significa todo lo contrario. Cazador irredento y precisamente esa afición le hizo que su preocupación por la preservación de los espacios naturales derivase en el proyecto de defensa de la naturaleza más importante de los últimos cien años, espejo de todo lo que vino después.
Al final nos encontramos de nuevo, para desgracia de todos los asturianos, con la parálisis e ineficiencia de los gobiernos que nos han precedido, y nada va a cambiar hasta que Mercedes Fernández sea la Presidenta del Principado de Asturias.
Manuel del Castillo Rodriguez
Vicesecretario de Acción Sectorial y Relaciones Institucionales del PP de Gijón