
Eduardo Junquera
A veces se olvida que detrás de una determinada normativa legal existen una serie de razonamientos, tanto técnicos, como legales, científicos o sociales, que aconsejan su adopción y, por tanto, casi nunca, excepto en caso de gobiernos irresponsables, son fruto de un capricho o moda del legislador.
En estos días se ha vuelto a poner sobre la palestra la conveniencia o no de modificar la edad legal para consumir alcohol en Asturias, que es la única comunidad autónoma en la que está permitido beber y comprar alcohol con menos de 18 años.
Han sido muchas las voces, incluido el Partido Popular, que llevamos años solicitando que en Asturias se eleve de los 16 a los 18 años la edad mínima para acceder a las bebidas alcohólicas, pero el Gobierno del Principado se resiste a asumir tal petición y a modificar la ley. Sin embargo, nuestros diputados del Partido Popular se han comprometido a liderar las iniciativas parlamentarias dirigidas a modificar esta ley.
No comprendemos la actitud del PSOE. Podemos entender que algunos de sus dirigentes, por falta de conocimientos o por pura desinformación, hayan expresado en estos últimos días opiniones a título individual (queremos creer que no son la postura común del partido) tan peregrinas y falaces como: «si pueden subirse a un andamio, también pueden beber» o «si pueden abortar, también pueden beber». Opiniones que van mas allá de la pura demagogia y se aproximan peligrosamente a la insensatez.
Que el Partido Socialista realmente defienda que la edad límite legal para el consumo de alcohol se mantenga en Asturias en los 16 años, sólo puede obedecer a un cálculo electoral interesado, que busca la aproximación a un determinado yacimiento de votantes, o al interés de acercarse a un determinado grupo social, de fácil manipulación. Ambas cosas son absolutamente antiéticas.
Existen, por otra parte, múltiples razones (científicas, sociales y legales) para que la edad mínima para consumir alcohol se sitúe en los 18 años, como en el resto de España. Vamos a mencionar algunas de ellas:
El alcohol provoca más daños y causa lesiones significativamente mayores al cerebro en desarrollo de los adolescentes que al cerebro de los adultos. Los diversos estudios científicos evidencian importantes daños celulares en el ‘cerebro anterior’ y en el hipocampo, alterándose la memoria, la concentración y las habilidades espaciales. El hipocampo es una estructura cerebral, crucial para el aprendizaje y la memoria. Sus daños neuronales explican, por ejemplo, las lipotimias y la pérdida de memoria de los acontecimientos que se producen durante las noches de elevado consumo, aun sin perdida de conocimiento.
El alcohol disminuye en los adolescentes la respuesta de las estructuras cerebrales al gaba (ácido hidroxi-gamma-butirico), que es el neurotransmisor implicado en la tranquilidad y la somnolencia. De tal forma que los adolescentes, cuando los adultos ya se habrían quedado dormidos, continúan despiertos, pudiendo continuar bebiendo mas tiempo, lo que hace que se deterioren sus funciones cognitivas con más facilidad.
Además de en el hipocampo, el alcohol provoca lesiones graves en los lóbulos frontales del cerebro adolescente. Esta zona es la que se ocupa de controlar los impulsos y reflexionar sobre las consecuencias de las acciones, lo que altera el autocontrol, la motivación y la fijación de metas. No creo que a nadie se le escapen las implicaciones que esto tiene en la altísima accidentabilidad (general y de tráfico), conductas sexuales de riesgo y situaciones de violencia.
El consumo de alcohol (y de cualquier droga en general) modifica a nivel molecular la expresión genética de las neuronas. Siendo capaz, incluso, de desarrollar nuevas conexiones neuronales, a nivel de circuitos del sistema límbico, implicados directamente en el desarrollo de la adicción. El consumo temprano de alcohol afecta al cerebro de un modo que fomenta la progresión hacia la adicción. Ésta es una razón neurobiológica, y no social o moral, que ha hecho que todas las sociedades científicas y organismos sanitarios consideren como el factor preventivo más importante en la lucha contra las adicciones: retardar lo más posible el contacto de los individuos con las sustancias de abuso. A ser posible, hasta la completa maduración cerebral, proceso que no concluye hasta los 20-21 años.
C uando se decidió que en Asturias la edad límite para consumir alcohol fuesen los 16 años, se hizo equiparándola a la edad legal penal establecida en aquel momento. Posteriormente, cuando esta última se elevó a los 18 años, Asturias siguió manteniendo la primera. Ello origina diversos problemas legales, pues en numerosas ocasiones el alcohol es un condicionante, predisponente, agravante o, en su caso, atenuante en numerosos procesos accidentales o delictivos. Se origina, por tanto, una discrepancia entre la valoración de unas consecuencias y la valoración de la sustancia implicada en las mismas.
E l hecho de que Asturias sea la única región española en la que la edad legal para consumir alcohol se sitúa en los 16 años, no sólo origina problemas coyunturales con nuestras comunidades vecinas, sino que supone un agravio comparativo y una auténtica discriminación hacia nuestros jóvenes.
Para concluir, reitero la postura del Partido Popular, que es muy clara en cuanto a que debe elevarse en Asturias la edad legal para permitir el consumo de alcohol a los 18 años. Así lo venimos expresando desde hace años y en distintos ámbitos. Pero aún no hemos oído a los responsables del PSOE explicar su postura.