El pasado miércoles, Gijón vivió una de esas noches que ninguno quisiéramos repetir. Una noche de incertidumbre, de miedo y de miradas pendientes del fuego. Pero también una noche que nos recordó lo mejor de esta ciudad: su capacidad de respuesta, su profesionalidad y su inmensa solidaridad.
Quiero decirlo con rotundidad: Gijón es una ciudad protegida. Lo está porque cuenta con unos servicios de emergencia profesionales, eficientes y cercanos, que supieron actuar con rapidez, rigor y humanidad. Policía Local, Policía Nacional, Bomberos, Guardia Civil, Protección Civil, Cruz Roja, Presidentes de las Asociaciones Vecinales afectadas y todos los equipos que trabajaron sin descanso merecen nuestro más profundo agradecimiento. Su coordinación y entrega fueron, una vez más, ejemplo de servicio público. Pude comprobarlo in situ y puedo afirmarlo con convicción.
Y quiero detenerme especialmente en el equipo humano de la Fundación Municipal de Servicios Sociales, con su directora, Covadonga Landín, al frente. Desde el primer minuto estuvieron ofreciendo apoyo, buscando soluciones coherentes y rápidas, pensando en cada vecino y en cada familia que tuvo que abandonar su hogar. Mientras unos apagaban las llamas, ellos se encargaban de encender la calma, de poner orden en el desconcierto, de que nadie se desesperase porque le faltara un techo para dormir. Gracias de corazón a todos los profesionales, son un verdadero ejemplo de servicio a los gijoneses.
No puedo negar que hubo momentos de incertidumbre, de temor, de preocupación. Pero ver cómo se desplegaba todo el dispositivo, cómo cada profesional sabía qué hacer, cómo se cuidaba cada detalle… fue una sensación profunda de orgullo y de tranquilidad.
Merece, por ello, una mención especial la brillante coordinación de la Concejalía de Seguridad Ciudadana, que supo mantener la calma, organizar cada paso y asegurar que la respuesta fuera tan rápida como humana. Fue la clave para que todo el operativo funcionara con la precisión y serenidad que la situación exigía.
Y Gijón es, además, una ciudad solidaria. Lo vimos una vez más esa noche: vecinos ayudando a vecinos, como si se tratara de hermanos, de familia, de los suyos. Gente que abría sus puertas, que ofrecía cobijo, que preguntaba con preocupación por quienes aún no habían regresado. Esa es la esencia de esta tierra: la empatía que nos une, el corazón que late al unísono cuando alguien lo pasa mal.
Entre las muchas imágenes de aquella noche, me conmovió la serenidad de una vecina de 101 años, que, pese a ser desalojada de su vivienda y tener una movilidad reducida, afrontó la situación con una tranquilidad que transmitía paz a todos los que la rodeaban. Descansó en el hotel dispuesto por el Ayuntamiento para acoger a los vecinos afectados que los demandaron.
No fue una noche fácil, pero fue una lección de humanidad y compromiso. Esa madrugada Gijón demostró que está preparada y en buenas manos ante cualquier adversidad, que puede confiar en sus profesionales y que cuenta con vecinos dispuestos a tender la mano, incluso en los momentos más difíciles. El pasado miércoles y jueves se confirmó la fortaleza de nuestra ciudad.
Ojalá que no tengamos que vivir noches como la de esta pasada semana. Pero si alguna vez vuelve a suceder, tengo la absoluta certeza de que la ciudad volverá a responder con la misma fuerza, humanidad y compromiso que demostró esa noche.
Porque esta ciudad no solo está segura: está viva, unida y llena de gente buena.
Artículo de Guzmán Pendás
Publicado en La Nueva España el 26 de Octubre de 2026





