Artículo de David Cuesta
Secretario General del PP de Gijón
Publicado en La Nueva España, 12 de julio de 2025
El jueves tuvimos en Gijón la enorme suerte de escuchar al presidente del Partido Popular de Cataluña, Alejandro Fernández, durante la presentación de su libro «A calzón quitao».
Una obra en la que analiza, con honestidad y claridad, los errores estructurales que, a su juicio, han lastrado durante las últimas décadas a nuestro partido en Cataluña, así como la estrategia sistemática del nacionalismo independentista para debilitar la unidad de la democracia española.
Lejos de discursos ambiguos o posturas calculadas, Alejandro Fernández ofreció una visión firme, coherente y sin complejos sobre los desafíos que enfrenta España. Su intervención no solo sirvió para presentar un libro, sino también para reivindicar una forma de hacer política basada en principios, convicción democrática y defensa decidida de los valores constitucionales.
Una visión especialmente necesaria para hacer frente a una realidad incómoda, pero profundamente perjudicial para el futuro del país: el papel desestabilizador de los nacionalismos periféricos. Que, si no se afronta con decisión, sus consecuencias pueden volverse irreversibles.
El chantaje constante al que se ve sometida la política nacional no es fruto del azar, sino la consecuencia directa del sistema electoral diseñado en la Transición, que otorga a los partidos nacionalistas un poder de bisagra en el Congreso.
Cada vez que se necesita un voto para una investidura, una ley o una moción, los partidos separatistas imponen sus condiciones: hoy exigen nuevas competencias; mañana, amnistías, privilegios fiscales o concesiones que vulneran la igualdad entre territorios.
Y el Gobierno de turno —como vemos con Sánchez— parece dispuesto a ceder a cualquier exigencia con tal de aferrarse al poder. Así, pieza a pieza, se va desmontando el Estado y se erosionan los principios de igualdad y cohesión que sostienen nuestra democracia.
España necesita hoy, más que nunca, líderes con coraje como Alejandro, que no teman decir lo evidente: que el Estado no puede seguir siendo moneda de cambio en el mercado político; la igualdad entre ciudadanos no es negociable; y el futuro de nuestra democracia no se construye con cesiones unilaterales, sino con firmeza institucional, respeto a la ley y sentido de Estado.
Poco o nada se puede esperar, a estas alturas, de una izquierda que ha convertido su alianza con los nacionalismos en una estrategia para aislar al PP y tratar de negar la alternancia política. Por eso, el verdadero reto del centro-derecha español es romper con esta lógica del chantaje y construir mayorías sólidas basadas en el constitucionalismo, tanto en Cataluña como en España. Solo con esa determinación y cohesión será posible defender la igualdad de todos los ciudadanos y preservar la estabilidad democrática que el país necesita con urgencia.
Y en este contexto, en 2025, si en un futuro próximo los españoles tienen a bien llamarnos de nuevo a gobernar, es evidente que un nuevo pacto del Majestic con Junts ni es posible ni deseable. Si en aquel momento podía caber alguna duda sobre sus consecuencias, hoy, treinta años después, no cabe ninguna: acuerdos de ese tipo, que en su día buscaron estabilidad, terminan siempre por debilitar el Estado y fracturar aún más nuestra convivencia.
Por tanto, es hora de dejar atrás fórmulas que se han demostrado fracasadas y evitar repetir errores que han debilitado a España. El Partido Popular tiene ante sí el desafío histórico de recuperar la confianza de los ciudadanos y ser capaces de construir mayorías sólidas de Gobierno basadas en el respeto a la Constitución, el fortalecimiento de las instituciones del Estado y la defensa firme de la libertad.
Porque, más allá de siglas o intereses partidistas, lo que verdaderamente está en juego, no olvidemos, es el futuro de España y de las próximas generaciones.